viernes, 28 de marzo de 2008

Vecinas Materas

No es nada fuera de lo común, pero, sin embargo, para ellas sí es especial.
Podría decirse que es más de lo mismo, que sucede en todos lados y que no hay nada nuevo por descubrir en ese ritual. Pero aún así las dos amigas sentadas en la cocina esperando a que caliente el agua, consideran este hábito indispensable, inmejorable e irrepetible.
Por lo menos una vez a la semana ellas encuentran cualquier excusa para compartir un buen mate amargo y anécdotas viejas o recientes. No les importa en cuál de las dos casas encontrarse, simplemente les basta con sentarse en la cocina, tener una pava a mano, yerba, mate y bombilla.

Como en todo ritual, varios pasos han de seguirse. Luego de la clásica discusión sobre quién pone el agua al fuego, siempre la misma chica se para a prender la cocina, salvo contadas excepciones, y pone la pava que rebalsa de agua. Es ella también quien limpia el mate anterior porque, como es de suponerse, en ambas casas no son las únicas que disfrutan de este brebaje tan delicioso.
Es indispensable que la otra compañera haga un comentario como "Otra vez poniendo el tacho de basura arriba de la mesada para no agacharte" para que el siguiente paso pueda llevarse a cabo. Recién cuando escucha esa frase, la chica llena el mate de yerba y pone el agua en el termo luego de haber vaciado un poco la pava para que el agua dentro se caliente más rápido.

Ya sentadas en la mesa, no discuten sobre quién va cebar, porque siempre pasa lo mismo. Cada vez que se disponen a tomar mate, la misma chica que lo preparó es quien lo ceba, y, es también, quien se olvida de continuar cebando. Por ende, su amiga continua hasta que el termo quede vacío.

- Te acordás cuando tomábamos el mate con azúcar?
- Si! Pero había que estar poniéndole a todos los mates y llegó un momento en que nos cansamos de eso.
- Y por eso le poníamos edulcorante al agua directamente.
- Pero quedaba un asco, como con gusto metálico. Así que lo empezamos a tomar amargo.
- Los primeros eran bastante fuertes.
- Y los ligaba todo yo porque siempre cebo yo.
- Igual, vos cebás como querés. Un mate para mi, uno dos tres cuatro cinco para vos. Un mate para mí, uno dos tres cuatro cinco seis para vos.
- JA! Es verdad, siempre robo mates.
- No puedo creer que lo tomáramos dulce.
- Yo tampoco, me acostumbré tanto a que sea amargo, que ahora si tiene un poquito de azúcar me resulta repugnante.
- Sabés que a mí también me pasa lo mismo?!

Y así continúan sus charlas, siempre acompañadas con mate.
Ellas tienen la costumbre de no cambiar la yerba, aunque se haya lavado y ya no tenga gusto, hasta que no se termine el agua del termo. Una vez que se acaba, se plantean si continuar tomando o dar por finalizado el ritual. Casi siempre sucede lo primero, y, es en ese instante, cuando la misma chica que hizo el mate se vuelve a parar para cambiar la yerba y volver a poner al fuego la pava que rebalsa.


Danila Moiana.




pd: Te amo hermana del alma!

1 comentario:

yo dijo...

a éste lo leí en algún lado.